Para representar al Señor Jesús, necesitamos la unción del Espíritu Santo, es decir la habilitación de su poder. Ya tenemos al Espíritu Santo viviendo dentro de nosotros; vino a residir al aceptar al Señor como nuestro Salvador y cuando el Padre nos hizo sus hijos e hijas. ¡Gloria a Dios! Y también ya nos ungió, pero la unción nos puede ser incrementada, buscando al Señor, pidiéndoselo y liberándola a través de nuestra acción.
Gálatas 4. 6-7. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
Para testificar con poder acerca del Señor Jesús, sanar enfermos y echar fuera demonios, necesitamos ser continuamente llenos de su Espíritu; para ello, vayamos a su presencia, en oración, esperando su llenura. Tal y como lo dijo el Señor a sus primeros discípulos:
Hechos 1. 8. Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Gracias Padre, porque sé que quieres usarme para sanar enfermos y liberar personas de la opresión del enemigo. Aquí estoy, dispuesto a que hagas milagros a través de mi vida, hoy me rindo conforme a tus propósitos salvadores, sanadores y libertadores, En el nombre de Jesús, amén.
