Todo padre y madre responsable se cuestiona continuamente cómo ser el papá o la mamá que sus hijos necesitan, y todos quisieran descubrir el secreto para educarlos con éxito y hacerlos hombres y mujeres de bien. Nuestro Padre del cielo es el único que tiene la respuesta a cada interrogante y quiere revelárnoslas de forma vivencial, a través de una relación diaria con Él, como hijos amados.
Salmos 32. 8. Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.
Dios señala repetidamente a su Hijo como el ejemplo a seguir. En el monte de la transfiguración, el grupo de amigos cercanos de Jesús, escucharon la voz del Padre diciéndoles:
Mateo 17. 5b. Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él escúchenlo.
Algo similar ocurrió en el bautismo del Señor Jesús.
Mateo 3. 17. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
¡Padre, Padre, Padre! Gracias por el maravilloso regalo de poder llamarte así. Soy tan afortunado y feliz de que tu gran amor me alcanzó. Gracias porque cada día llenas mi vida con tu amor y tus maravillas. En el nombre de Jesús, amén.