Génesis 1. 26-27. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
La palabra IMAGEN significa también REFLEJO, pensemos en el espejo. Dios creó al ser humano a su imagen, para que seamos un reflejo de Él en la tierra. Cuando el hombre vive alineado con Dios, las distancias entre el cielo y la tierra se acortan y aún desaparecen; y la voluntad del cielo, se realiza en la tierra. Y aunque la tierra no pueda ver directamente a Dios, lo ve reflejado en los seres humanos que le aman, obedecen y representan; y así saben que existe un Dios.
Cuando Adán vivió alineado al Señor, la tierra le respondía a Adán, tal como Adán respondía al cielo. Es por eso que Dios le trajo a todos los animales, para que les pusiera nombre. Adán gobernaba la tierra no por ser el más fuerte o el más veloz, sino por estar en acuerdo con Dios. Adán nunca tuvo sensación alguna de peligro, amenaza, temor o daño; se sentía seguro en su posición como representante y reflejo de Dios en la tierra.
Dios crea a la mujer de la costilla de Adán, para que vivieran en acuerdo entre ellos, y con Dios. Ese sigue siendo el plan divino, que el cielo y la tierra estén en acuerdo, que el ser humano y Dios estén en acuerdo y que hombre y la mujer estén en acuerdo, para reflejar al Creador.
Padre te alabaré, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo. En ti confiaré porque conozco tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no me desamparas cuando te busco. Te cantaré, y publicaré entre los pueblos tus obras. En el nombre de Jesús, amén.
