Además de ser nuestro Dios y Salvador, JESUCRISTO es nuestro MAESTRO. Y como tal, desea compartirnos su inteligencia, sabiduría y mente, a través del estudio revelado de su Palabra, que renovará nuestra mentalidad, para obedecerla. Nuestra tarea es estudiar la Palabra, comprenderla, asimilarla y vivirla; ya que afirmará nuestra identidad, nos arraigará en su amor y verdad, y nos lanzará al cumplimiento de su plan para nuestra vida: Extender su Reino.
Santiago 1. 21-22. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. 22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Con el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo ha venido a residir dentro de nosotros, habilitándonos para entender la Palabra, y dándonos un hambre sobrenatural hacia Dios y su verdad, tal como el recién nacido busca la leche materna.
1 Pedro 2. 1-3. Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2 deseen como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcan para salvación, 3 si es que han gustado la benignidad del Señor.
Padre, gracias por dejarme por escrito tu voluntad, tu pensamiento, tus deseos. Al recorrer tu palabra te puedo conocer, experimentar tu gran amor y los deseos de paz, de bien y el amor que tienes para mi vida. Te pido perdón por el desinterés que he tenido de leerla, meditarla, estudiarla. Hoy me comprometo contigo a hacerlo con pasión y ánimo renovado, sabiendo que al hacerlo, te conoceré cada día más. En el nombre de Jesús, amén.
