Bartimeo era físicamente ciego, pero miraba con los ojos de la fe, esperando su oportunidad para ser sanado por el Señor Jesús. ¡Qué la enfermedad no debilite tu visión de fe, espera el toque del Señor Jesús!
Marcos 10. 46-49. Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Hoy ponemos nuestros ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe, quien es nuestro líder en la fe y quien la terminó. Somos salvos, sanos, prósperos, libres, porque confiamos en la fe de Jesús, quien se humilló y pagó el precio, nos redimió, se hizo maldición, el castigo de nuestra paz fue sobre Él, para que hoy podamos vivir los beneficios que obtuvo en la cruz. Mientras más miremos a Jesús en su gracia y bondad, más conocimiento tendremos de nuestro Señor, lo cual producirá abundancia de fe en Él.
Salmo 34. 4. Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados.
Padre, hoy escojo poner mi fe solamente en Jesús, no en mis oraciones ni en mi fe. Porque mi fe viene de poner mis ojos en sus ojos: cómo Él es, así soy yo en este mundo. ¡Qué grande eres mi Dios! En el nombre de Jesús, amén.