Hechos 4. 12. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Sólo el Cordero de Dios quita nuestro pecado. El pecado no se elimina siendo una buena persona, por hacer una penitencia o por ser una persona religiosa. No se quita asistiendo a la iglesia o por bautizarnos. El pecado sólo es borrado por la fe en el Cordero de Dios, quien dio su sangre, por amor, para salvarnos.

Hebreos 9. 24-26. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Ahora bien, el reclamo absoluto de unicidad y exclusividad en el Salvador es central y no negociable al compartir el Evangelio; y es contrario a la cultura actual. Pero la palabra de Dios no cambia según los tiempos, los “descubrimientos” y las modas.

Malaquías 3. 6. Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.

Padre gracias porque no hay otro nombre en el cual ´pueda ser salvo, mas que en el nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre, que le otorgaste por su obediencia extrema, por su entrega absoluta, nombre delante del cual se dobla toda rodilla de lo que está en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. En el nombre de Jesús, amén.