Miremos al Señor Jesús en la Cruz, pagando por nuestros pecados, enfermedades y dolencias. Es creyendo y obedeciendo al Señor, que veremos las sanidades materializadas. Si no tienes a quien imponer las manos hoy, impóntelas tú mismo, y a tus seres queridos, declarando:
Isaías 53. 5. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Y declara en voz alta,
1 Pedro 2. 23. Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuimos sanados.
La fe es objetiva, porque posee la certeza de lo que espera, la convicción de lo que no se ve. Miremos al Señor Jesucristo y recibamos su provisión de salud divina fluyendo de sus llagas; y por cuyas heridas somos sanos de toda enfermedad. A través de la fe, todas sus promesas nos pertenecen hoy.
Marcos 16. 17-18. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
La salud física está incluida en la redención en Cristo Jesús. Recíbela, disfrútala, hazla valer en tu vida y en la de tu familia. Cristo ya pagó el precio.
Padre, hoy recibo la sanidad que Jesucristo ganó para mi en la cruz. Declaro que soy sano. Tu sanidad divina fluye por todo mi cuerpo, de la cabeza a los pies. Recorre mis sistemas y aparatos, volviendo cada parte de mi ser al diseño y funcionamiento original, conforme tú lo creaste. Toda célula, crecimiento, anormales, toda disfunción, sale hoy y mi cuerpo fluye en la sanidad total que Jesús ganó para mí en la cruz.