Queremos ser hijos obedientes, a imagen de nuestro hermano mayor, porque le amamos.. La obediencia como resultado del amor y la fe es noble. La obediencia de un esclavo es similar a la de un caballo bien entrenado, ya que responde al chasquido del látigo. Queremos obedecerle en correspondencia a su amor, no por intimidación o amenaza, ni tampoco por temor.
La obediencia que no es de corazón tiene poco valor ante Dios. Si obedecemos porque “no hay de otra”, significa que en el fondo seguimos siendo rebeldes. La obediencia de la fe surge de un convencimiento interno y no de una obligación externa. El hombre razona consigo mismo que quiere obedecer a su Redentor y Padre, porque el amor de Cristo lo impulsa a hacerlo.
2 Corintios 5.14-15. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Hay en la obediencia, un sentido de gratitud y de correspondencia, junto con la comprensión de la renovación espiritual del corazón y del alma santificada. Por ello la obediencia no se debilita en el tiempo de la tentación, ni desaparece frente a los problemsas, las pérdidas y sufrimientos. Ese ejemplo lo tenemos del Señor Jesús.
Para el discípulo obediente, la vida no le traerá prueba que lo aparte de su pasión por amar al Señor; por el contrario lo impulsará a rendirle una obediencia completa.
“Por la fe Abraham obedeció”. Abraham obedeció a Dios como resultado de su fe en Él, no en sustitución de ella. Y en cada caso en el que tú y yo le rindamos obediencia, es resultado de nuestra fe. La obediencia nunca surge de un corazón que piensa que Dios miente; sino es inspirada por el Espíritu Santo quien nos afirma la verdad, el amor y la gracia de nuestro Dios, en Cristo Jesús.
Padre, gracias por el ejemplo en Jesús, quien aprendió obediencia en el sufrimiento y lo hiciste apto para ser el Sumo Sacerdote perfecto y llegó a ser fuente de salvación para todos los que obedecemos tu palabra. En el nombre de Jesús, amén.
