Cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado, es cuando decidimos humillarnos para cambiar y alinearnos a Dios. Entonces cesa la destrucción y vienen tiempos de gracia, de edificación, provisión, bendición y puertas abiertas. Declara que tú eres entendid@ de lo que quiere el Señor para tu vida.
Jeremías 18. 7-10. En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. 8 Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, 9 y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. 10 Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle.
Aquí vemos que antes de que Dios plante, hay que arrancar todo lo malo que haya en nosotros, porque es fácil ver los defectos de carácter de los demás, pero no los propios. Es fácil decir al herman@, “no hables así”, o “deja lo que estás haciendo”. El Señor quiere que arranquemos primero la cizaña de nuestros corazones; porque Dios prospera a los que tienen un corazón puro y limpio.
Hebreos 10. 19-22. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Padre, hoy me mantengo firme, sin fluctuar, en tus promesas, porque sé que eres fiel y cumplirás cada una de elllas. Te pido perdón por haber juzgado a los demás, por ver la paja en su ojo y no ver la viga en mi ojo. Enséñame a enfocarme a lo que quieres hacer en mi vida y a trabajar, juntamente con tu Espíritu Santo, en mi purificación y santificación, en el nombre de Jesús, amén.