Mateo 6. 12-15. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14 Porque si perdonas a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; 15 más si no perdonas a los hombres sus ofensas, tampoco tu Padre les perdonará sus ofensas.
Decidamos NO retener en el presente, los pecados del pasado cometidos en nuestra contra; y nuestros propios pecados resultantes de la manera en que hemos respondido a las injusticias.
Perdonar es quitarnos de la posición de jueces y vengadoes, porque ese lugar solo le corresponde a Dios. Perdonar es decidir pasar por alto la ofensa y no demandar castigo al ofensor. Es renunciar a nuestro derecho a cobrárnosla.
Salgamos del terreno cedido al diablo victimizándonos o victimizando una y otra vez… El destructor ha manipulado nuestros pensamientos y sentimientos debilitando nuestra relación con Dios. Perdonar es un acto de la voluntad, no dependiente de lo que sentimos. A pesar de NO SENTIR ganas de perdonar, lo decidimos. Al perdonar permito que mengüe y eventualmente cese la batalla emocional y recupere el dominio propio. El perdón desactiva la fuente de veneno espiritual en mi vida. Perdonar, pero no olvidar, significa en realidad no perdonar; porque Dios nos perdona y decide no recordar nuestros pecados.
Gracias Padre por el ejemplo maravilloso que me has dado. Perdonar totalmente, sin reservas. Así como tú perdonaste a los que mataron a tu único Hijo: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, dijo Jesús en la cruz. Así como me perdonaste a mí, echaste al fondo del mar mis pecados y transgresiones. Yo perdono totalmente y decido no volver atrás, en el nombre de Jesús, amén.