Existen dos lugares destinados para la humanidad en la dimensión espiritual: Cielo e infierno. Dios habita el cielo, el infierno fue creado para satanás y sus ángeles (que se rebelaron contra Dios); y para quienes deseen seguirle.
Apocalipsis 20.10. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
¿LAS ALMAS DE LOS DIFUNTOS HACEN ESCALAS?
Muchos creen que la vida termina aquí, que no hay vida después de ésta. El hinduismo, por ejemplo, cree en la reencarnación del alma, ya sea en otro ser humano o en algún animal, dependiendo de su conducta en la vida anterior.
Los creyentes en Cristo, al morir, vamos directamente a la presencia de Dios, a la casa del Padre. No enfrentamos un viaje desconocido o con escalas. La doctrina del purgatorio no es bíblica. Cuando muere un hijo de Dios, su propósito en la tierra ha terminado y Dios lo quiere con Él.
Juan 14. 1-3. No se turbe su corazón; creen en Dios, crean también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo se los hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para ustedes. 3 Y si me fuere y les preparare lugar, vendré otra vez, y los tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, ustedes también estén.
¿DE DÓNDE VINO LA MUERTE?
La muerte entró a la humanidad a través del pecado. La muerte comenzó a reinar sobre la humanidad y la creación entera, cuando Adán y Eva quedaron contaminados y corrompidos por el pecado y la maldad; quedando bajo la autoridad de las tinieblas.
Romanos 5. 12. Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Gracias Padre por librarme mediante el sacrificio de tu único Hijo, Jesucristo, de la muerte eterna y por proveer la salvacipn a todo ser humano que lo reciba como su Señor y Salvador. Te pido que esta revelación se extienda, como las aguas cubren el mar y alcance a todos, en el nombre de Jesús, amén