TRATAR DE ESCONDERLO

Algunos hij@s de Dios han (o hemos) perfeccionando las apariencias. Por fuera parecemos amables y en paz, pero traemos “la música por dentro”: enojo, resentimiento, dolor, queja, etc., al que damos rienda suelta en nuestra casa y con los seres más queridos. Permitamos al Señor que nos limpie y purifique con su Palabra y su amor y PERDONEMOS a quienes nos hicieron daño para no continuar en ese cautiverio emocional que atormenta y mata espiritualmente.

También dejemos de reprimir lo que sentimos porque la carne explota, dejando muchos y más daños alrededor. La carne siempre nos saca de la gracia de Dios y nos mete a la ley, al “ojo por ojo”. La amargura es por decir, una venganza incumplida. Dios sabe que el mundo en que vivimos es hostil e injusto, por eso nos advierte sobre la necesidad de permanecer bajo su gracia perdonadora.

Hebreos 12. 15. Miren bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, los estorbe, y por ella muchos sean contaminados.
“Dejar de alcanzar su gracia” es dejar de estar bajo su influencia, siendo arrastrados por emociones dañinas que nos incitan a odiar y a vengarnos de quien nos maltrató.

Efesios 4. 29-32 Ninguna palabra corrompida salga de su boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30Y no contristen al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. 31Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32Antes sean benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo.

Padre, reconozco que mi corazón no está sano. Te pido que tu Espíritu Santo llegue a esas profundidades dentro de mí, donde está la falta de perdón. He querido esconderlo, disimularlo, ignorarlo, pero lejos de lograrlo, he caído en amargura y en prisiones de tristeza y enojo. Limpia hoy mi vida con tu preciosa intervención, te lo entrego todo. Hoy lo enfrento y renuncio a todo escondedero y toda prisión de falta de perdón en la que me encuentro, en el nombre de Jesús, amén.

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