Las personas adictas, odian en el fondo el pecado que las controla, pero reconocen que no pueden dejarlo, su voluntad ha sido atada. Ej. Luego de consumir todo el alcohol que pudo, lanzó con ira la botella contra la pared; sólo para ir a conseguir otra cuanto regresaron los impulsos pervertidos. Así sucede con la pornografía, la drogadicción, la gula, etc.
¡La lujuria nunca puede ser satisfecha! Cuanto más se alimenta, más pecado quiere y más crece. Cuando la persona se siente estimulada sexualmente, ya sea por una mirada, un pensamiento, o alguna imagen; la corriente del pensamiento lujurioso invade su mente y enciende sus emociones; lo que la lleva a buscar esos encuentros sexuales, ya sean reales o virtuales, que solo satisfacen por momentos.
En esta sesión no podemos abordar todas las consecuencias de la adicción; pero al pecado le sigue un sentido de culpa y vergüenza, (si la conciencia no se ha cauterizado), aunque el deseo latente de experiencias similares, resurgirá al volver la tentación. Y con cada repetición, la persona quedará más atada y caerá quizá en una degradación sexual mayor. El siguiente pasaje describe el ciclo del pecado
Santiago 1. 13-15. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Padre, sólo tú puedes librarme. Gracias por abrirme los ojos a mi pecada, a la esclavitud en la que me encuentro. A la razón de mi infelicidad. Hoy reconozco y me hago responsable por mi pecado. Me arrepiento de rodillas delante de ti. Acepto el sacrificio de tu Hijo Jesucristo en la cruz, como lo único que puede salvarme. Recibo tu perdón y decido dar un giro de 180 grados en todo lo que he vivido. Gracias por la fuerza que me da tu Espíritu Santo para lograrlo. En el nombre de Jesús, amén.