Santiago 1. 13-15. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

1.⁠ ⁠El pecado se gesta en los malos deseos de la vieja naturaleza, que heredamos
de Adán y que está latente en todos, incluyéndonos a los hij@s de Dios.
2.⁠ ⁠Nunca culpemos a Dios de la tentación, Él no tienta a nadie.
3.⁠ ⁠La “concupiscencia” son nuestros malos deseos que abren la puerta a las tentaciones que nos lanza el mundo y “el tentador”, es decir el diablo. Los apetitos desordenados gestan el pecado, cuando el deseo nos seduce, “dando a luz” al pecado que se consuma, se lleva a cabo. Y el pecado produce muerte espiritual.
El pecado puede convertirse en nuestro amo, esclavizándonos, al habituarnos a la práctica continua de uno o más pecados.
Tito 3. 3. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.

Gracias Padre por abrir mis ojos a la verdad: el pecado quiere separarme de ti, me quiere llevar a la muerte espiritual. La preciosa sangre de Cristo me ha librado de la esclavitud al pecado. Hoy me arrepiento y renuncio a ser arrastrado más por el pecado. Gracias por tu Espíritu Santo que me fortalece para vivir una vida santa para ti, en el nombre de jesús, amén.