Dios siempre ha querido estar cerca de nosotros, pero el pecado nos separa de Él, ya que es santo. Para entender la santidad de la que nos ha hecho partícipes, hay que comprender la naturaleza del pecado, que generó un abismo de separación entre nosotros y Dios.
Isaías 59. 1-2. He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 2 pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Dios detesta, aborrece el pecado, pero ama al pecador, quiere salvarlo y limpiarlo de toda iniquidad, y enseñarle a vivir una vida recta y santa. Nuestra relación con Dios es sólo posible sin la muralla divisoria del pecado, la cual es quitada por la Sangre de Jesucristo.
PECADO: Del hebreo h2403. hattath. Violación a la ley de Dios. Estado habitual
del incrédulo no nacido de nuevo. Su pena o castigo es muerte. En el Nuevo Testamente la palabra griega es hamartia, que significa errar en el blanco, desviarse del camino recto de Dios practicando el mal. Pecar es hacer el mal, en pensamiento, sentimiento, acción y actitud de corazón.
Gálatas 6. 7-8. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Padre, aunque el mundo y esta generación humanista actual no reconocen al pecado como tal, veo la maldad en aumento y sus consecuencias, yo hoy reconozco la gravedad de haberte ofendido, por lo que hoy me arrepiento y te pido perdón por cada uno de mis pecados, en el nombre de Jesús, amén.