El pecado conduce a la muerte y a la destrucción. Dios lo estableció y por su gran amor a la humanidad, decidió llevar a cabo un plan redentor que nos sacara de la condenación y de la muerte eterna en la que estábamos, sin dejar de ejercer su justicia por nuestra maldad. Ese plan maravilloso está disponible para todos hoy, al creer que Jesucristo tromó mi lugar y pagó mi castigo eterno. ¡Hay consecuencias al pecar contra de Dios!
FÍSICAMENTE: El pecado trae problemas de salud, nos cobra un precio físico en el cuerpo. Puede afectar desde la presión arterial a deteriorar la función de algún órgano del cuerpo, dependiendo del estilo de vida pecaminoso que hayamos llevado. Ej. Piensa por ejemplo en los trastornos que genera la gula, el tabaquismo o el consumo excesivo de alcohol. drogas, etc.
EMOCIONALMENTE: Los problemas no resueltos en nuestras relaciones
interpersonales, por el abuso, el rechazo, el odio, etc., producen sentimientos de vacío, desesperanza, quebranto, rencor y odio. Muchos hombres siguen el camino del pecado sexual esperando encontrar satisfacción duradera. Sin embargo, cargan con culpa, temores e incluso pensamientos suicidas como resultado del adulterio, la fornicación, la bigamia, el divorcio, etc.
ESPIRITUALMENTE: La consecuencia más visible es un alejamiento progresivo de Dios, que puede desembocar en muerte espiritual. Como el pecado rompe nuestra relación con Dios, nos afecta, aunque no lo hagamos consciente. Muchas personas se sienten indignas para acercarse al Señor, debido a sus pecados. Hacen lo que hizo Adán, esconderse del Padre, por temor. ¡Hay que hacer exactamente lo contrario, hay que correr a Él!
Padre, ¡hoy corro a ti! Me doy cuenta cómo mi pecado me ha alejado de ti cada vez más, pero hoy decido dejar atrás todo pecado, límpiame con tu preciosa sangre y acércame a ti, no me dejes ir, me rindo completamente a ti, en el nombre de Jesús, amén.