Como al intérprete de la ley parecía que no le quedaba claro quién es el prójimo, el Señor le responde contándole una parábola. A propósito, una parábola es una comparación que se hace de algo verosímil o creíble, a través de un relato que lo ilustra magníficamente:
Lucas 10. 30-37. Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
El amor al prójimo, es decir, “al próximo”, comienza con las personas más cercanas a nosotros: tu cónyuge, hijos, padres, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, el necesitado, el huérfano, el enfermo, los presos, los ancianos, los que sufren violencia, etc. Para el Señor es de suma importancia que amemos al prójimo, ya que Él ama a toda persona y nosotros somos imitadores de Cristo. Tú y yo ya tenemos es tipo de amor ágape del Padre.
Gracias Padre porque tu amor ya ha sido derramado en mi corazón por tu Espíritu Santo y de esa abundancia que nos llena, podemos amar a todos los que nos rodeas. En el nombre de Jesús, amén.