Dios estableció en su Palabra que quienes creen que pueden justificarse ante Dios mediante el cumplimiento de la ley, están bajo maldición, porque las Escrituras dicen: “Maldito es el que no cumple todos los mandatos escritos en el libro de la ley”. Queda claro que nadie puede cumplirla, aunque lo intente; solo por medio de la fe, el pecador es hecho justo y recibe la vida eterna. Cristo nos rescató de la maldición de la desobediencia a la ley, cuando fue colgado en la cruz y hecho maldición por nuestras fechorías.
1 Juan 2. 2. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Dios, quien es bueno y misericordioso, aceptó la muerte sustitutiva de un justo, en lugar del pecador, para perdonarnos. Este sustituto sin mancha, sin pecado, tomó nuestro lugar como Cordero de Dios, para posibilitar el perdón de nuestros pecados, mediante la fe en su muerte y resurrección. El profeta Isaías escribió:
Nuestro pecado fue quitado de nosotros y puesto sobre Jesús en la cruz. Él fue hecho pecado ya que nunca pecó, por tanto, su sacrificio fue perfecto.
Gracias Padre porque eres bueno siempre y tu misericordia es mejor que la vida. Tu proveíste el pago por todos mis pecados a través de el Cordero sin mancha y sin contaminación: tu Hijo Jesucristo. El único capaz de, aún sin haber pecado, llevar el castigo que yo merecía por mis pecados y transgresiones. Al que no conoció pecado, por mí lo hiciste pecado, para que yo fuera hecho tu justicia en Él. En el nombre de Jesús, amén.