En la historia del hijo pródigo, vemos que el joven “volvió en sí” del estado de alejamiento en que se encontraba de su Padre y tuvo conciencia de sus pecados, de su condición de bancarrota por las acciones rebeldes e que lo llevaron a desperdiciar su herencia. ¡Dejamos el consejo divino para hacer lo que queremos, y ofendemos al Padre y nos arruinamos!
ARREPENTIMIENTO GENUINO: Nuestro amigo el Espíritu Santo, nos hace
sentir un dolor interno por el pecado cometido. A ese estado se le llama “culpa,” la cual debe producir una “convicción de cambio”, la “necesidad de regresar al camino del Señor”. Esta tristeza es difícil de soportar, por lo que volteamos a Dios para reconciliarnos con Él. Es tan bueno, que nos contrista y nos guía a humillarnos ante Dios para que por su gracia, nos otorgue su perdón.
Salmos 51. 17. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh, Dios.
Sí quitáramos la culpa por el pecado sin atender su causa, es como quitar un dolor de cabeza sin resolver lo que lo provoca. Con una convicción profunda por el pecado, Dios nos mostrará las causas subyacentes que nos han mantenido en esclavitud, para ser radicales y morir en la cruz, al mal de nuestra vida.
Padre, solamente tú perdonas y sanas mi alma. Tu Espíritu Santo me convence de pecado y me libra de la muerte eterna y sus consecuencias. Tu regalo es vida eterna en Jesúcristo, mi Señor y Salvador, amén.
