La salvación es el mayor milagro que el Padre efectuó; el cielo se detuvo, los cimientos de los cielos se estremecieron, cuando el Hijo de Dios ofreció su vida para redimirnos, para recuperar a la humanidad para Dios. Cristo no perdió un ojo o quedó paralítico para salvarnos. El lo dió TODO:
- Dejó el cielo para venir a la tierra como hombre.
- Vivió siempre sujeto y en obediencia total al Padre.
- Resistió toda tentación.
- Sufrió todo tipo de desprecio.
- Sufrió y le dolió la incredulidad de su propia gente.
- Derramó su sangre en la cruz pagando nuestro pecado.
- Resucitó al tercer día. La muerte no lo pudo retener.
- Se presentó delante del Padre habiendo pagado el precio de nuestro rescate.
2 Corintios 5. 17. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.
Padre, hoy medito en todo lo que Jesús hizo para salvarme. Teniendo tu misma forma de Dios, no estimó el ser igual a ti, como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó forma de siervo, se hizo semejante a mí, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte de cruz. Todo para darme entrada a tu reino, a tu presencia, a tu familia, a tus brazos. Para que pudieras hacerme nacer de nuevo, como una nueva criatura, a tu semejanza. Sin la naturaleza carnal y pecaminosa que no me permitía obedecerte. Gracias por tanto amor, gracia y favor. Gracias por salvarme, en el nombre de Jesús, amén.
