Busquemos primeramente a Dios y su Palabra, hasta escuchar la respuesta que tiene para desarraigar el monte que no nos deja avanzar. Podrá ser una respuesta muy sencilla o algo fuera de toda lógica; no importa. Lo crucial es que le escuchemos y le obedezcamos, declarando la promesa sobre la circunstancia y actuando con fe y valentía; veremos como desparece la montaña.
Génesis 18. 13-14. Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? 14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.
FE DEL CORAZÓN Y DE LA BOCA: La mayor parte de la gente tiene su boca conectada a su cabeza, esto significa que dice lo que piensa, lo que ve, lo que oye, lo que siente. Dios nos dio sentidos y razón para entender la vida, pero no para creer todo lo que nos muestra. Por esto necesitamos la fe del corazón. No solo para estar de acuerdo con la Palabra, sino para cambiar las circunstancias naturales. La salvación, que es el milagro más grande que puede ocurrirle al ser humano, se efectúa creyendo en Jesús con el corazón, y declarándolo con la boca. Así somos salvos: LO CREO Y LO HABLO.
Romamos 10. 8-10. Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
Padre, te buscaré en tu palabra, hasta encontrar la palabra rhema, la que es especial para mí en esta circunstancia, con la que podré enfrentar la montaña que no me está dejando avanzar. Abre mis oídos espirituales para discernirla y obedecerla, por muy sencilla o fuera de lógica que me pueda parecer. La seguiré y la obedeceré, declarándola con fe y con valentía, hasta ver desaparecer la montaña. Actuaré no con la fe de los sentidos, sino con la fe de mi corazón, y la declararé con mi boca, en el nombre de Jesús, amén.
