Cuando le adoramos, su gloria se derrama sobre nosotros y su plenitud nos inunda de gozo y paz. La adoración no es estar cantando y alabando a Dios así nada más, distraídos por el entorno… démonos cuenta de que es la oportunidad para entrar a su TRONO DE GRACIA y tener un tiempo de comunión íntima con Él, por medio de la sangre del Señor Jesucristo.
¡Te invitamos a llegar temprano a las reuniones dominicales, y a la de tu Casa de Vida, para no perderte del tiempo colectivo de alabanza y adoración! También te recomendamos incorporar a tu vida diaria, tiempos de alabanza y adoración a Dios; antes de acostarte, al levantarte, a la hora de comer. Al hacerlo te das la oportunidad de bendecirle y a cambio recibirás múltiples beneficios.
Nuestro Padre quiere estar con sus hijos e hijas que le adoran. Nadie puede adorarle si no ha nacido de Él, si no está conectado con Él por el Espíritu Santo. También se requiere tener la revelación del Hijo de Dios como Salvador y Señor. Si tu ya naciste de nuevo, ya puedes adorarle en espíritu y en verdad.
El ciego de nacimiento tuvo la revelación del Hijo de Dios y su reacción inmediata fue creer en Él y adorarle.
Juan 9. 35-39. Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? 37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. 39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
Padre, gracias por el regalo de tu Espíritu Santo a mi vida. Él es quien me guía y me lleva a toda verdad, a adorarte en espíritu y verdad. A dejar todo dios falso, todo engaño y pecado de mi vida y a entregarme a ti. Solo a ti daré la gloria y la honra, en el nombre de Jesús, amen.
