A nuestro alrededor tenemos creyentes maduros, que insisten en que leamos las Escrituras y sigamos algún plan de lectura bíblica, para alimentarnos espiritualmente de manera regular, entender las doctrinas básicas, la cronología de los libros y para aprender a usar la concordancia. Hay quienes dicen: ¡Yo abro la Biblia donde caiga! ¡Cuidado, la Palabra no es un libro de adivinanzas!, sino una carta de amor escrita por el Padre a sus hijos e hijas, la cual permite conocerlo más y descubrir la vida plena que Cristo quiere que vivamos.
La Biblia es un medio para encontrarnos con Dios, para conocer sus planes e intenciones para el mundo y su iglesia. Leerla cotidianamente conformará el hábito de pasar un tiempo a solas con el Padre, para ser vivificados por el Espíritu Santo, y para enamorarnos más de Él. Oremos con frecuencia.
Juan 7. 37-38. En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Nuestra búsqueda sincera de Dios, nos guiará a descubrir la herencia que tiene para nosotros y para madurar a su imagen.
Padre, gracias por la maravillosa revelación de tu palabra. Te pido que tu Espíritu Santo me revele y vivifique en mi vida cada palabra. Que hoy pueda vivir la experiencia de que tú estás conmigo cada vez que la leo, enseñándome, revelándomela, hablándome de corazón a corazón, en el nombre de Jesús, amén.
